"El consentimiento", Vanessa Springora

    


    Este libro, más que una novela, consiste en un testimonio (que tiene bastante de denuncia) de las vivencias de Vanessa Springora, la mujer que recién en 2020 (cerca de sus 50) hizo pública su versión sobre la relación sexoafectiva que mantuvo con Gabriel Matzneff, cuando ella tenía 14 años y él, 49. La publicación de este libro supuso un terremoto dentro de la elite literaria francesa. Es que Matzneff es un reconocido apologista de la pederastia, que ha hecho dinero y ha ganado prestigio contando las historias de sus relaciones con menores de edad (en forma de novelas e inclusive, de diarios personales). Relaciones con adolescentes parisinas vulnerables (que rondaban los 14 años) y también con prepúberes de países subdesarrollados, de menos de 12. Este señor se ha movido siempre como pez en el agua en los circuitos más cultos de Francia, llegando incluso a obtener reconocimiento y premios (el último, en 2013). El entorno de este "escritor" no sólo fue tolerante con sus ideas y su accionar, sino que los festejaba, tal como puede notarse, por ejemplo, en las chocantes entrevistas realizadas en el célebre programa Apostrophes*. En la superficie de los más prestigiosos ambientes intelectuales todo parecía estar bien y no fue hasta la publicación de esta obra cuando explotó todo por los aires, y tanto el escarnio público como el merecido debate se instalaron. 

    La escritura de este libro es llana, directa, el tono utilizado es carece de golpes bajos, sin embargo el efecto de lectura genera impotencia y rabia, en tanto muestra no sólo la impunidad de la que ha gozado un individuo como este, sino la complicidad de la familia y de toda una elite intelectual (prestigiosa, reconocida, admirada mundialmente) que exponía un sistema de valores que, por suerte, hoy en día podemos aborrecer públicamente. En este caso en particular, a los hechos concretos del abuso físico y psicológico hacia la víctima, se suma la revictimización a través de la publicación de los detalles de estas relaciones (en editoriales que son de las más famosas del mundo), de cartas de las jovencitas y hasta de fotos. De este modo, y tal como lo reflejan las palabras de Vanessa, las chicas quedaban expuestas, cosificadas, convertidas en meros personajes (juguetes de un adulto vicioso), vaciadas de toda humanidad. Las consecuencias psicológicas, inevitablemente, han sido persistentes, las afectarán de modo concreto de por vida (a través de traumas y patologías psicológicas y psiquiátricas). De todas las víctimas de este depredador sexual, sólo dos han hecho pública su versión: antes de Vanessa (que goza de una posición privilegiada en el mundo editorial, al ser directora de Julliard), Francesca Gee había intentado en vano hacer sentir su voz en un mundillo en el que el victimario estaba blindado. 

    Se trata de un libro honesto y valiente de lectura obligatoria no tanto para quienes empatizamos inmediamente con las víctimas y conocemos el modus operandi de los abusos a menores, sino más bien para aquellas personas que aún se permiten creer que el consentimiento que viene de parte de un menor de edad es posible. 

    El libro de Vanessa Springora tiene la función de exhibir la falacia del consentimiento y las redes de poder que se esconden tras este tipo de relaciones abusivas que deben terminar de una vez por todas. Resulta, a la vez, una buena excusa para plantear las relaciones, desde siempre problemáticas, entre arte (en este caso, literatura) y moral. 


* Fue aquí donde, en 1990, la escritora Denise Bombardier se atrevió a enfrentar esta tremenda visión de las relaciones entre mayores y menores, enfrentando al propio Matzneff en un momento televisivo que hoy es ya legendario. 

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