"Era doloroso no poder aliar el amor al placer. Sin embargo, tenía derecho a ambas cosas. Debía buscarlas allí donde se encontrasen (...) Como los animales, Severine creía tener derecho a gozar del espasmo sagrado que en las primaveras recorre la tierra con un húmedo estremecimiento" pág. 115
Eclipsada por la proyección de la película homónima de Buñuel basada en esta obra, tardé mucho tiempo en leer la novela, de modo que no hubiera interferencias en la lectura.
Se trata de un relato realista, puntilloso y bastante plástico, llevado a cabo por un narrador en estilo indirecto libre, desde la perspectiva de Severine, la protagonista de esta dura historia.
Ella es una mujer hermosa, joven, rica y muy afortunada: hace dos años está casada con un médico bello y culto que la adora, y al que ella ama. Sin embargo, no todo es lo que parece: ella siente hacia el marido un amor fraternal, que no logra hacerla enardecer ni saciar los más profundos deseos que va descubriendo tener. Por estos motivos, Severine termina creando una doble vida, al convertirse en prostituta dos horas al día. Todo un mundo se abre para esta mujer que tenía ya su vida resuelta. Aparecen personajes secundarios y la trama, como era de esperarse, se empieza a complicar.
El planteo central es muy interesante en relación a los deseos femeninos dentro de la esfera sexual. Sin embargo, las complicaciones que va sufriendo la historia terminan teniendo mucho de culebrón policial. El resultado es una pintura triste de aquellos paisajes que se descubren cuando las puertas de la represión se abren. Es decir, se valora la valentía de la temática elegida (que fuera incluso polémica en el momento de su publicación) pero, leída en la actualidad, nos entristece y sobra la moraleja que se va dibujando.
Sin dudas, para leer y pensar.
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